Un secreto familiar que nunca pude imaginar

Siempre que veo estas telenovelas sudamericanas donde empiezan a salir secretos del pasado uno tras otro en un momento dado, cambiando las vidas de todos los protagonistas, me pregunto si en realidad vale la pena escarbar en las cloacas de las familias, y no será mejor dejar, como quien dice, el pasado en el pasado. Yo, que he vivido una experiencia similar, todavía no he sabido responder a esta cuestión.

Durante aquel segundo año de carrera,  y después de haber conocido la historia de María, me propuse saber realmente si entre mi gente había habido algún caso de incesto. Yo sabía que nadie me lo iba a confesar directamente, pero aprovechando que llegaban las vacaciones de Semana Santa y era época de nuevas reuniones familiares en las que algunos miembros presumían de ser católicos y practicantes, decidí que quizá podía tirar de eso para sacar alguna que otra pista.

Empecé preguntando si entre nuestro clan familiar había habido algún matrimonio incestuoso, entre primos o algo así (no quería empezar fuerte, preguntando por lazos familiares mas estrechos); pero nadie, ni siquiera mi abuela que tenía una memoria prodigiosa a pesar de su edad, sabía nada de eso. Después de varias indagaciones con varias tías cotillas, casi me iba a dar por vencida, cuando una conversación con el hermano de mi madre me hizo sospechar algo.

Cuando le pregunté al tío Paco si sabía de algún secretillo familiar grave como el incesto, él me dijo que no sabía nada de eso, pero que ya bastante teníamos con «lo otro». ¿Lo otro? Yo no sabía de qué estaba hablando, y cuando se dio cuenta pensó que había hablado demasiado; pero ya había mordido el anzuelo y yo no iba a dejar que lo soltara. Insistí e insistí, y por fin me contó lo que llevaba tanto tiempo escondido en la familia.

Mi abuelo tenía, tuvo, por aquellos tiempos un hermano más joven, Quique, un tío que casi se asemejaba a la edad de sus sobrinos. Yo lo conocí y no me llevaba más de 30 años; así, para una adolescente, un cuarentón alto, guapo y con una de las pocas motos que aparecían en aquellos tiempos por la ciudad, era el colmo de los galanes, y he de decir que siempre estuve un poco enamoradilla de él (aunque creo que no era la única, entre mis primas siempre había levantado pasiones). Y cuando el tío Paco me contó que se había sabido que Quique era homosexual, habiéndolo pillado practicando sexo gay, casi se me cae el alma a los pies.

Yo no podía creerlo, y os puedo decir que me estropeó por completo todas las vacaciones de Pascua. Apareció el Viernes Santo para saludar a la familia y ver algunas de las procesiones de ese día, pero yo aún estaba tan conmocionada que casi ni le hablé más allá del saludo. Luego volví a mi piso de estudiante, con la sensación de que estaba mejor antes de escarbar en el pasado de mi gente; y juré que nunca lo volvería a hacer.