Vivir del sexo en un campus de ingenieria

Hace un tiempo, cuando comencé mi andadura como estudiante de ingeniería, se me ocurrió empezar a escribir un blog para contar mis vivencias del día a día. Poco a poco fui dejando pasar el tiempo sin hacerlo, y no creas, ahora me alegro, porque en estos años que he contado, y tras pasar por varias facultades, mi experiencia se ha enriquecido lo bastante como para entretener de largo a todo aquel que quiera leerme.

Nunca he sido una estudiante de esas estrellas que sacan todo diez, ni mucho menos; nunca me ha acercado ni de lejos a una matrícula de honor, pero como iba aprobando todo más o menos, pude ir defendiéndome con becas y así comencé ingeniería, no porque me gustara especialmente, sino porque así cumplía el sueño de mi padre, ingeniero también, y podría trabajar en su empresa.

Así que allí estaba yo, con 19 añitos recién cumplidos y en una ciudad de otra provincia, pues en la mía no había ninguna facultad para realizar mis estudios. Insistí mucho para poder buscarme un domicilio allí, pues pasaba de andar de viaje cada fin de semana, cuando podía estar solita durante todas las semanas y meses que durara el curso, sin tener que volver a casa nada más que en vacaciones. Por supuesto me salí con la mía, y ya me frotaba las manos imaginando lo bien que me lo iba a pasar.

Por suerte, la vida pone a todo el mundo en su sitio, y lo digo sin segundas, porque reconozco que en aquellos momentos pensaba más en pasarme el tiempo de juerga que en ponerme a estudiar seriamente, pero parecía que el destino tenía otros planes. Pillé un piso para universitarios cerca del campus de la universidad, y allí conocí a mi compañera, Claudia, algunos años mayor que yo, y que en ese momento me pareció muy callada y reservada. Pensé que seria cosa de la edad (¡27 años me parecían el colmo de la vejez en aquellos momentos!), y no le di mayor importancia, decidiendo pasar de ella e ir a mi rollo. Pero fue su rollo el que me siguió a mí.

Una noche en la que salí de juerga, cercana ya a los primeros exámenes, estaba pasando un rato de lo más aburrido, sin un mal tío que llevarme a la boca,así que decidí volver a casa antes de tiempo, para ver si metía las narices en algún libro  conseguía sacar aunque fuera un aprobado raspado. Cuando llegué al piso estaban todas las luces apagadas, y eso que Claudia me dijo que se iba a quedar estudiando; me extrañó, pero pensé que había salido o que a lo mejor estaba durmiendo, así que no le di más importancia y me dirigí a mi cuarto. Y entonces fue cuando lo oí.

Se escuchaban unos jadeos impresionantes, que sólo podían venir de una pareja que follaba como descosidos; y me di cuenta de que se escuchaban en el cuarto de Claudia. En un principio me quedé muy cortada, porque en los meses que llevábamos juntas nunca había mencionado a un novio, ni yo la había visto nunca con tío alguno; pero al fin que podía ser un ligue de una noche, lo que no era de extrañar. Iba a meterme en mi habitación cuando de repente se abrió la puerta de la suya, y entonces pude ver cómo el tipo, un cincuentón casi calvo, sacaba un fajo de billetes y se lo dejaba a Claudia en la mano, diciéndole que ya la llamaría, y se largó al momento.

Imagínate qué corte sentí en ese momento, no queriendo pensar lo que se me acababa de pasar por la cabeza, pero sin poder evitarlo porque no encontraba otra explicación. Y no me equivocaba, no, según pude comprobar después hablando con mi compañera; ella me contó su historia, que yo te contaré a ti la próxima vez que visites mi blog.